Desde el carbón y petróleo al gas natural y luego a la energía solar, Chile ha transitado en estas décadas por una evolución hacia las energías no convencionales. Aunque la energía hidroeléctrica es renovable, su impacto en los territorios se ha enfrentado a nuevas demandas ciudadanas.
El aumento en la producción de energía comenzó con un alto uso de centrales termoeléctricas, en particular a base de carbón. El plan de descarbonización es el último hito en la transformación de fuentes combustibles en Chile.
Pese a su ventaja sobre los combustibles fósiles, hay críticas a las energías renovables tradicionales como la hidroelectricidad, por su potencial impacto en paisajes y comunidades locales. En Chile es improbable la instalación de nuevas centrales hidroeléctricas.
Las tendencias globales han generado un incentivo a las energías renovables no tradicionales (ERNC).